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“A otro perro con ese hueso”
La literatura y la realidad construyen mundos mediante el lenguaje. No solo los construyen, también los describen y acotan. Todo discurso es un hecho semiótico que, como tal, produce semiosis; es decir, significa algo para alguien. Los refranes, que son una de las formas de la paremia (las otras son los proverbios, los adagios y las sentencias), han colorido el discurso real y ficticio en sus distintas expresiones comunicativas.
La RAE define refrán como “Dicho agudo y sentencioso de uso común”. En otras palabras de la propia RAE: “Dicho de un texto o del modo de expresión: Que encierra sentencias morales o doctrinales, o presenta características propias de estas”. Esta particularidad de ser sentencioso es lo que une las distintas paremias en su significación. “Los refranes forman parte de la retórica práctica, la de las conversaciones comunes”, nos dice Amando de Miguel citado por De La Fuente en su artículo Valoración y aprendizaje de los refranes publicado en Tabanque, N. 18, 2004. El mismo De La Fuente acota: “Y es que los refranes, como expresiones fijas que son, suelen utilizarse como recurso expresivo y hasta dialéctico. Su condensación, brevedad, color, ritmo, gracia, etc. no son, en absoluto, despreciables”. Así lo entiende también Quijote: “Paréceme Sancho, que no hay refrán que no sea verdadero, porque todos son sentencias sacadas de la experiencia, madre de todas las ciencias” (Capítulo XXI de la Primera Parte, Ediciones Zeus, 1968, p. 163).